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La insoportable forma de ser de los catalanistas.

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Antes de entrar en materia, quisiera resaltar el título de este artículo. Fíjate bien que no es La insoportable forma de ser de los catalanes sino La insoportable forma de ser de los catalanistas. Vaya por delante que no tengo nada contra los catalanes. No creo que sean mejores o peores personas que los chinos, los españoles o los turcos. Pienso que ni todos los catalanes son catalanistas ni todos los catalanistas son catalanes (este segundo caso repugna tanto que es comparable a los colaboracionistas de la Francia de Vichy) y es más, tengo algunos amigos catalanes, apoyo el derecho de autodeterminación y si el día de mañana Cataluña se independiza de forma libre y democrática me parece bien. Así pues, no es catalanofobia sino más bien antiimperialismo lo que me lleva a escribir contra una gentuza -la catalanista- que es esencialmente sectaria y fascista.

1) El catalanismo es imperialista y etnocida. Los catalanistas, cual si de corsarios se tratase, saltan al abordaje de todos sus vecinos. Según ellos, el aragonés, el valenciano, el balear y el alguerés no son lenguas sino dialectos del catalán, y el Siglo de Oro de la Lengua Valenciana fue catalán. Con la excusa de una supuesta unidad de las lenguas, lo roban todo, incluso lo que nada tiene que ver con el idioma. Así, la Lonja de Valencia es gótico catalán, la paella gastronomía catalana, las Fallas una fiesta catalana, el Mallorca un club de fútbol catalán y Joaquim Sorolla el gran pintor de la catalanidad. El dictador Adolf Hitler decía: “Si hablan alemán, son alemanes” y nuestros amigos replican: “Si hablan catalán, son catalanes”. Así, incluyen dentro de los países catalanes a roselloneses, andorranos, aragoneses, valencianos, baleares, etc. si ni siquiera preguntarles su opinión.

2) El catalanismo es un movimiento delirante que roza la esquizofrenia paranoide. Confunden fantasía y realidad y a falta de historia, se la inventan. Niegan la existencia del Reino de Aragón y hablan de “Confederación Catalano-Aragonesa” o incluso de “Reino de Cataluña”, tan reales ellos como Mordor o el País de Nunca Jamás. Defienden cosas tan extravagantes como que Ausias March, nacido en Gandia y Ramon Llull, nacido en Mallorca, eran catalanes; que  Cristóbal Colón era catalán y América “un descubrimiento catalán”; que el catalán Miguel de Cervantes escribió Don Qujiote (en catalán, por supuesto); que Leonardo da Vinci era catalán y pintó La Mona Lisa inspirándose en La Moreneta o que la bandera de Estados Unidos se basa en la de Cataluña. Hasta se llegó a decir en su día que todas las lenguas neolatinas descendían del catalán. Con dos cojones.

3) El catalanismo es hipócrita. Los catalanistas reclaman los Papeles de Salamanca pero no devuelven el patrimonio artístico aragonés espoliado a la diócesis de Barbastro-Monzón. Siempre tienen el “Espanya ens roba” en la boca pero muy pocos se quejan de que la familia Pujol se llevara miles de millones de euros  a una cuenta secreta en Andorra. Quieren que Cataluña se separe de España pero les parece mal que el Valle de Arán se separe de Cataluña. Hablan de “hermandad” con los valencianos, pero se niegan a trasvasar los excedentes de agua del Ebro a sus “hermanos” que padecen sequía. Se quejan de las injerencias de Madrid en Cataluña y ellos pretenden hacer de Baleares un satélite. Claman por el derecho a decidir, pero luego se niegan en rotundo a que los valencianos ejerzan su derecho a decidir si quieren hablar el catalán o si prefieren su lengua propia.

4) El catalanismo es fascismo. Los catalanistas son lo más facha y reaccionario que te puedan echar a la cara. Curiosamente, van de progresistas por la vida, de intelectuales de salón, de revolucionarios de subvención y pandereta. Pero ojo, que si no comulgas con sus demenciales ruedas de molino automáticamente de etiquetan de fascista, inculto y analfabeto. Da igual que seas un presidente de la República como Manuel Azaña, un literato republicano y de izquierdas como Vicent Blasco Ibáñez o un intelectual antifranquista como Albert Boadella.  Da igual. Automáticamente tú eres la caverna y la extrema derecha, y los catalanistas son siempre los tolerantes, aunque luego te multen si en Cataluña rotulas tu comercio en castellano en lugar de en catalán, o colaboren con la banda terrorista ETA, o incluso te pongan una bomba como que ésas que ponía Terra Lliure.

El catalanismo es una abominación, un insulto a la inteligencia y a la humanidad, una metástasis imparable que inunda de cáncer todo aquello que toca, un detritus cargado de fascismo, racismo y odio, un excremento ideológico. Su prédica esotérica de los países catalanes recuerda demasiado a la Gran Alemania de Adolf Hitler y a la Gran Serbia de Slobodan Milosevic. He visto diarreas más sólidas que sus argumentos. El catalanista es el ladrón de tres manos, es el “lo mío es mío y lo tuyo es mío también”, es el querer y no poder, un imperialista de chicha y nabo. Nada tengo contra aquella persona que, habiendo nacido en Cataluña o residiendo allí, está orgullosa de su identidad y defiende su tierra. Nada de malo hay en ello. Pero sí estoy en contra de aquellos que, pretendiendo reivindicar los intereses de Cataluña, pisotean los derechos, lenguas y culturas de los demás pueblos.



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